sábado, 21 de febrero de 2015

José Luis Perales: Desde su Blog

Mi primera escapada
A mi regreso de una gira por algunos países de América, mi primera escapada ha sido a mi refugio del campo después de un mes de ausencia, con la intención de ver cómo seguía todo. Si mi huerto ha salido ileso de las heladas y la nieve de este invierno especialmente duro, o si mi gato “Tigre” sigue esperándome en algún rincón al abrigo del invernadero, ya que antes de irme de viaje puse suficiente pienso en su tolva como para que no pasara hambre en mi ausencia.
Hoy el día es soleado y luminoso, como si el invierno quisiera ya ir abriéndose paso hacia la primavera,  cuando emprendo el camino hacia el campo. Al llegar a la casa, el silencio contrasta con el recuerdo  reciente de los aplausos del público en cada uno de los conciertos realizados al otro lado del charco: Chile, Uruguay, Paraguay, Argentina… Y mientras abro el portón, espero el maullido recriminatorio por tanta ausencia de mi gato, pero no lo escucho, y mientras lo llamo, siseando, como llaman en mi pueblo a los gatos, me dirijo a su comedero por si se agotó el pienso, pero no, todavía queda suficiente para alimentarse durante mucho tiempo. Bajo hacia la casa con la esperanza de encontrarlo subiendo camino arriba a mi encuentro. Tampoco, seguro que se trata de alguna de esas escapadas a las que ya me tiene acostumbrado, en busca de alguna gata con la que compartir su soledad y de las que siempre regresa.
Abro la puerta de la casa después de visitar mi huerto, donde aguantando el frio helador durante mi ausencia, las diminutas acelgas, las espinacas y las lombardas permanecen estoicamente en pie esperando la primavera para hacerse adultas. En el jardín los narcisos, jacintos y tulipanes, desafiando el invierno, con prisa por florecer, asoman sus incipientes y brillantes yemas en las praderas silvestres, esperando el momento de resucitar de nuevo y poner colores a ese paisaje pardo y solitario, donde por una razón poderosa decidí un día construir esta casa. También la viña de “Tempranillo” espera el mes de Abril con sus cepas de torso retorcido y marrón, fibroso y preñadas de vida,  para cubrirse de pequeñas mariposas verdes  que un día se convertirán en sarmientos adornando el otoño, con sus pámpanos y con uvas rojas como la sangre de un Cristo campesino.
Los álamos “temblones”, al borde del estanque, se exhiben desnudos descubriendo en sus ramas los nidos de oropéndolas, como penachos de pelo enmarañado fabricados laboriosamente de hierbas y barro. Hogar en el pasado de los pajarillos amarillos y pardos, son vapuleados por el viento y las lluvias del invierno y penden inconsistentes de las ramas, al igual que los viejos nidos de los ruiseñores que posados en lo más espeso de las cepas se van desmoronando poco a poco.
Hoy ha sido mi primera escapada, mi primer encuentro con esa soledad que tanto amo, y con ese paisaje vestido con harapos de abandono, y quizá por eso tan querido. Hoy ha sido mi primera escapada al lugar del silencio, en donde recordar y agradecer que al otro lado del mar, muy lejos de mi tierra, me han querido. Y he dado rienda suelta a los recuerdos que quedarán prendidos para siempre mecidos por la música. Y es que, en este lugar y no en otro, desde hace mucho tiempo, encontré mi refugio, en donde, y no es casualidad, escribir mis canciones. Y eso que Tigre y yo, en esos años, aun no nos conocíamos. 

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