jueves, 13 de octubre de 2011

José Luis Perales

 —¿Todavía se pone nervioso al salir en escena?
—¡Siempre, siempre! Cada vez que se apagan las luces de un teatro, se crea el silencio absoluto y empieza la sintonía de los músicos para salir, me pongo muy nervioso. La tensión dura las dos primeras canciones, después me voy relajando, pero no del todo. Sólo me relajo del todo después de la última canción.
—Cuando termina una gira, ¿qué queda en la memoria?
—Me quedan muchas cosas. Aparte de los teatros, que a veces se me confunden de tantos que son, me queda sobre todo la satisfacción de ver la fidelidad del público que me ha seguido desde siempre. También me queda una desconexión absoluta del mundo del espectáculo, aunque, generalmente, vuelvo a subirme a un avión para visitar algún lugar, pero en plan turista.
—¿Tantos  años de carrera, son un alivio o una carga?
—Una carga de responsabilidad y un alivio porque ya hay muchas cosas hechas.
—¿Qué aprendió y qué no le enseñó aún tantos años sobre el escenario?
—Lo que aprendí sobre todo es respetar la gente y a mostrarle con la mayor responsabilidad mi obra, y también valorar que alguien se moleste de salir de su casa y entrar al teatro a ver un concierto mío. Y lo que el tiempo aún no me enseñó es a olvidarme de las pequeñas cosas, de los primeros pasos que di, de los primeros conciertos.